Otro festín de música, más ecléctico que nunca, en el festival que se celebra en noviembre en Utrecht. Por una vez el riesgo ha sido premiado y esta es la edición con el público más numerosas de todas a la que hemos asistido, lo que también ha tenido su aspecto negativo. Ejemplar como festival de jazz, de electrónica o de “músicas del mundo”, el TivoliVredenburg ha sido nuestro hogar durante cuatro días de grandes conciertos y como no, de mucho vino.
Puntos negativos: han habido varios retrasos, cosa que en un festival con horarios tan ajustados, molestan bastante. Otra ha sido que el mayor número de asistentes ha hecho que varias localizaciones se llenasen. Aunque la organización ha avisado por twitter siempre, el domingo por ejemplo, todos los locales de programación matinal se llenaron enseguida. Tiene que haber más propuestas para evitar esto. Y un punto negativo para el público: he percibido un nuevo público “de menú degustación” que no duda en hacer una larga cola para ver diez minutos de un concierto y luego irse a otro. En la mayoría de conciertos, se iban al menos una tercera parte de la gente durante el concierto.
Jueves: mirado por un vizco
El festival había adelantado quince minutos el primer concierto que quería ver justo el día que había comprado el billete de avión y eso junto a problemas logísticos en el aeropuerto hizo que llegase tarde y viera solo diez minutos de Keiji Haino con Han Bennink. Bennink, batería de jazz holandés, era uno de los curadores del festival y tocaba con varios artistas elegidos por él. Al tercer tema parecía que Haino iba a empezar a rockear, pero el batería dijo que parasen (es un hombre mayor y todavía tenía que tocar con Thurston Moore) y tras treinta minutos dieron su concierto por terminado. Al menos vi tocar la guitarra a Haino y me apunto el nombre de Bennink para investigar. Viendo unos videos del comienzo, me perdí la parte más experimental donde los dos tocaban percusión en el suelo.
Cambié de sala para ver un poco de KÁRYYN, pero por culpa de unos diez minutos de retraso solo pude ver sus primeros temas. Era su quinto concierto y segunda vez que la veía, así que debo ser su mayor fan. Estuvo muy bien, peor sonido que en el Club to Club, eso sí. Tras correr a la catedral, donde tocaba Grouper, la encontré cerrada (llevaba llena desde el anterior concierto de Le Mystère de Voix Bulgares), así que, triste y abatido, viendo que todo parecía salir mal, me fui a Sudan Archives, proyecto de R&B que consiste en una guapa cantante influenciada por violinistas de Sudán (de ahí el nombre y el violín que toca). Solo un pero, creo que hubiera ganado con banda.
Seguí con uno de los artistas que más ganas tenía de ver: Ahmed Fakroun feat. Altin Gün. El artista de Libia tocaba con grupo medio holandés medio turco y tuve la oportunidad de sentir delicias como “Nysan” o “Gelty”. Fue mucho más que decente, aunque se disculpase porque había hecho lo que había podido con el poco tiempo que había ensayado. Pasamos a Essaie Pas, dúo electrónico del sello DFA Records, que me pareció perfecto para esa hora: energía y buenos temas. Espero poder volver a verlos.
Nos fuimos a ver a The Ex a EKKO. La banda holandesa me encanta, ya lo dije el año pasado.
Pocas bandas han sabido evolucionar y ser coherentes con su música como ellos. Fue un gran concierto, como no podía ser de otra manera. Es siempre bienvenido poner rock a última hora. Sobre todos si son un grupazo como The Ex.
Viernes: almost pissed jeans
La parcial mala suerte del día me acompañó en la mañana. Fui a Lombok (un barrio de inmigrantes) a ver tocar a Terrie de The Ex y a Liu Fang, pero al llegar a los conciertos, estos estaban terminando. ¿Entendí algo mal? Después de ver los últimos cinco minutos de la virtuosa china (virtuosa tocando la pipa, en otros aspectos no me meto) y viendo el frío que hacía, opté por refugiarme en un bar a calentarme con unas buenas copas de vino.
Llegué con media hora de adelanto para Abdel Karim Shaar, y comprobé que me había equivocado de hora y estaba a punto de empezar. Al principio salió su hija que cantó tres temas en francés. Cuando llegó él, se sumergió en un largo tema de casi una hora en el que iba improvisando sobre un colchón musical de música tradicional ejecutado perfectamente por un quinteto. Gran trabajo del violín y de una voz que parecía venir de un pasado cada vez más lejano y que nos demostró que bella es la música y que gran mierda somos el resto. Nos explicó que se intenta llegar al orgasmo a través de su música: no llegué a tanto pero me gustó mucho.
Armado con una copa, vi el final de Patrick Higgins tocando “Tenebrae Responsories” de Carlo Gesualdo: sexteto de cuerdas en una obra de gran belleza. Volvió para tocar su nueva pieza “Hyperborea”, esta vez en formato cuarteto con él con las programaciones en piezas de ambient de gran tensión que hubieran servido de banda sonora de un remake de”Re-Animator”. Me gustó.
Llegué a tiempo para Kelly Lee Owens que tuvo un ligero retraso. Su disco me gusta mucho pero no conecté tanto con su directo. La sala estaba llena a rebosar y ella cantó los temas de su único disco, entre ellos mi favorito “Lucid” y presentó su tema coescrito con Jenny Hval, “Anxi”. Quiso el destino (o los programadores) que después tocase “la Jenny” que estuvo fantástica. Salió vestida de cuero con una chica que daba la impresión de estar en cueros paradojicamente. Fue una concierto extrañamente erótico donde sonaron “Conceptual Romance”, “The Great Undressing” y “Period Piece”. De lo mejor del festival. Siguió una vuelta a la tranquilidad con Tom Rogerson, que estuvo muy simpático y contó cómo había sido la grabación de su disco con Brian Eno. Tocó maravillosamente el piano y cantó en una jornada que oscilaba entre el caos y la serenidad, más o menos como mi vida. En esos momentos me enteré que The Residents estaban tocando y me dio una gran rabia. El concierto ya llevaba un rato y quería ver a Prurient, así que otra vez sería. Un poco borracho me dirigí a la sala donde tocaba el francés. Un live oscuro de ambient industrial, con él gritando, aunque, la verdad, me esperaba algo más extremo. De allí corriendo al baño, que no quería hacer honor al grupo que seguía, los Pissed Jeans. Empezó el concierto y me estaban gustando mucho, pero el cansancio y el alcohol y tantos días sin parar hicieron mella en mí y me retiré al hotel. Habrá una próxima.
Sábado: la mano de Dios
Me encontraba un poco más recuperado: aparte del cansancio de los dos festivales, se me había caído un tío encima durante un concierto de Sick of it at all al que había asistido el miércoles anterior al festival y tenía la espalda dolorida. La jornada empezó otra vez en una iglesia, como el día anterior, esta vez para ver a Farida & the Iraqi Maqam Ensemble. Antes del comienzo nos contaron qué es un maqam y las cinco reglas o etapas que debe tener. No vemos cosas así por España y es de agradecer poder asistir a propuestas que nos abren un poco más la mente. Inmejorable comienzo. Vuelta al Tívoli para ver a Maâlem Houssam Guinia and Band que salió con cuatro percusionista que además hacían coros y bailaban, rollo árabe. Figura clave de la música gnawa, sigue los pasos de su padre, Mahmoud Guinia. Como la mayoría de conciertos de músicos africanos que he visto, fue una gran fiesta, con una perfecta interpretación, ganas de divertir y buena música.
La sala estaba llenísima para Pharoah Sanders. Nuestra anterior experiencia con él no fue del todo satisfactoria, pero en esta lotería que son los músicos de cierta edad, nos tocó el gordo. Fue un concierto sublime, coronado como no podía ser de otra forma por una versión buenísima de “The Lord has a Master Plan” donde Pharoah cantó con su grave voz. Muchísima clase. El festival tocó el cielo con este concierto desde el comienzo con un tema de increíble free (at last) jazz.
Hice un cambio de planes de última hora y tiré para Zeal and Ardor de los que habíamos sentido hablar mucho y que demostraron tener tres increíbles voces. La parte más gospel/soul/blues me pareció más conseguida que la metalera. Creo que por una vez hice la elección justa. Y después nada más y nada menos que METZ. Mientras hacían la prueba de sonido el bajista y el guitarrista llevaban camisetas de Suuns y de Moon Duo, declaración de intenciones de dos grupos que han pasado por el festival. Fue un concierto potente donde sonaron todos sus grandes temas.
Una carrera para volver al Tivoli y ver a Natasha Kmeto que se presentó con bajista que tocaba los teclados a ratos (y a ratos no sabía que hacer). Buena voz, presencia escénica y temas con mucha fuerza como “Pour Down” o “Come and say”: más R&b para recordar. Hora de ir a dormir.
Domingo: sorpresas y decepciones
Empezamos con Visible Cloaks y otro retraso: por una ventana podía ver la larga cola que salía del edificio. Algunos de los que esperaban se quedaron fuera. A la flauta y con samples de voces e instrumentos tradicionales japoneses resultaron muy originales. Son la perfecta banda sonora para el nuevo Blade Runner. Me faltó algo de fluidez entre tema y tema pero me gustó. Y continuamos en la sala para el ambient de Sarah Davachi, a la que no conocíamos y que a algunos nos fascinó mientras que a otros durmió.
Después en el Tivoli estaba el tributo (que no banda) a Alice Coltrane. Un coro (The Sai Anantam Ashram Singers) que oscilaba entre ocho y doce cantantes junto a un planeador teclado y batería tocaron el disco recientemente publicado por Luaka Bop y que Alicecompuso en un templo que ella fundó en Los Ángeles. El coro tocó temas con nombres tan hare krishna como “Om Rama” “Om Shanti” o “Rama Rama” y terminaron con “Universal Chant”. Dieron un libro de cantos para que los que estaban cerca del escenarios e iluminados (por las luces, no por Krishna) pudieran cantar con ellos. Para el resto, es un bonito recuerdo. En el centro de escenario había un altar dedicado a Alice bonitamente adornado. Casi al final del concierto, salió Michelle Coltrane, hija de Alice a cantar, para añadir más emotividad si era posible. Hubo bis: un a capela dedicado a la esposa de John Coltrane.
Otro tramo de escaleras para ver a Lost Horizons que fueron una de las grandes sorpresas del festival. Comandados por Simon Raymonde de los Cocteau Twins y con tres voces entre ellas la de la alucinante Beth Cannon, sonaron atmosféricos y oscuros como se podría esperar de ellos. Fue sin duda la revelación del festival (me repito).
Mary Margaret O’Hara fue en cambio la gran decepción: en vez de tocar el Miss America como esperaba, su concierto fue la imposible mezcla entre free jazz, spoken word y stand up comedy. Con una chica al violonchelo, batería y su hermano Marcus a los globos (mayor globo que yo el día anterior llevaba) nos hizo reír cuando esperábamos llorar. Terminó con un bis, que fue “Help me lift you up” que nos emocionó y nos hizo lamentarnos por lo que podía haber sido.
En el auditorio llegamos a tiempo para el comienzo del concierto de Alanis Obomsawin que interpretaba por primera vez Bush Lady, su álbum de 1985 donde toca canciones populares de los indios y temas propios. En formato quinteto (dos violines, dos flautas y percusión), fue un concierto emotivo y bello, donde destacó “Bush Lady” (el tema). Cantó nanas en francés y consiguió una de las mayores ovaciones: la mereció. Nos apuntamos al carro degustación para ver un rato de tUnE-yArDs, a los que apenas reconocimos. Venían en formato trío y sin coristas y mucha menos percusión. Me gustó muchísimo más en el Primavera Sound.
Y luego Sun Ra, tercera vez que veía a la banda de Marshall Allen, ya con ¡93 años a su espalda!. Me parecieron más cañeros que nunca, y son todavía una formación de free a seguir. Terminaron con “Space is the Place”, otro momento mágico para la historia del festival. Tras tantos días de festival, ya orinaba vino y me parecía estar pisando uvas mientras descargada en el baño. La última sorpresa fue Princess Nokia que era justo lo que necesitaba para decir adiós al festival y volver a hotel. Al día siguiente me esperaba un avión a las siete de la mañana y una ligera resaca.