El ARF es un festival con personalidad, de eso no cabe duda. Desde esos escenarios con nombre de artistas recientemente fallecidos a la nueva carpa donde había lucha mexicana, el Azkena es un festival distinto al resto de eventos crónicos que tenemos cada verano en España . Con una asistencia de algo más 18 000 personas el viernes, y 17 000 el sábado todavía sigue siendo un festival cómodo donde se pueden ver a los cabezas de cartel relativamente cerca y cómodamente.
Tras la caída de The Meteors (a los que tenía bastante ganas de ver), nos acercamos al escenario principal para ver a The Godfathers. Era la segunda vez que los veía y más o menos me esperaba lo que vi. Es verdad que están un poco cascados, pero siguen tocando con la misma pasión y mala leche que cuando empezaron. Peter Coyne sigue cantando cabreadísimo y Steve Crittall sigue siendo un guitarrista muy imaginativo y original. “Cause I Said So” y la final ” Birth, School, Work, Death” fueron los mejores momentos de un concierto que no sonó del todo como debería.
Quería tomarme el festival con tranquilidad y disfrutar un poco el recinto y así me fui después a la zona Trashville donde vi un espectáculo de lucha libre mexicana. Divertido como cualquier otro que haya visto antes, aproveché para sentarme y descansar un poco después del largo viaje. Después fui a ver a los Tigers of Pan Tang, un poco por curiosidad. De la banda original solo queda el guitarrista Robb Weir. Estuvieron entretenidos aunque confieso que no son mi rollo. Tocaron algunos temas de los ochentas, como “Gangland” y “Hellbound” (del Spellbound), cuatro de su último disco homónimo y por supuesto cayeron unos cuantos solos como era de esperar.
Sobre la colina vimos parte del concierto de King’s X. No los conocía pero creo hubieran sonado mejor un poco más tarde o en el escenario más pequeño. La gente estaba charlando mucho y parecía que no conectaban con la música.
Nos fuimos para coger sitio para Cheap Trick que eran una de mis razones para ir al festival. Fue un concierto muy divertido, con la banda en plena forma y un setlist lleno de temazos. El final fue apoteósico con “The Flame”, “I Want You to Want Me”,”Dream Police” y “Surrender”. Poco antes el bajista cantó una versión del “I’m Waiting for the Man” de la Velvet. De los mejores conciertos del año. Nada más terminar, corrimos para ver a Graveyard, grupo al que injustamente no les había prestado mucha atención hasta ahora. Empezaron con la genial “Slow Motion Countdown” y siguieron con “No good Mr. Holden”. Sonaron muy bien y me gustaron mucho: tocaron ese tema con sabor a Thin Lizzy que es “The apple and the tree”o la muy clásica “Too Much is Not Enough”. Como curiosidad, en medio del concierto se acercó un pipa a darle una guitarra al cantante, ¡e iba en pelotas!
Intentamos conseguir buen puesto para John Fogerty pero fue imposible. Abrió con un mini documental que nos puso en situación. “Born on the Bayou” empezó sonando en el documental para, al aparecer Fogerty, empezar a sonar en directo, y a partir de ahí, lo mejor de la Creedance: “Green River”, “Who’ll Stop the Rain”, las versiones que tanto nos gustaron (“Midnight Special”, un bastante alargado”I Heard It Thorough The Gravepine”), la ácida “Ramble Tamble”. Un festín para los fans. Para el bis, metió su “Rockin’ All Over the World” que fue seguido por “Bad Moon Rising” y un final “Proud Mary” que estuvimos tatareando hasta el comienzo del siguiente concierto.
Estábamos cansados pero con ganas de más: y Hellacopters no defraudaron. Desde la inicial “You Are Nothin’ (nos sentíamos así, es verdad) hasta el bis con “By the Grace of God” y “(Gotta Get Some Action) Now! A las dos de la mañana, lo que no sea garage o rock duro es locura, y entre las bandas nunca defraudan, los Hellacopters están en el top.
El sábado empezamos en la Virgen Blanca con el muy agradecido Pat Capocci: rockabilly clásico desde Australia. No soy un gran fan de estilo, pero el concierto entró muy bien a esa hora (la una y media de la tarde). Trio muy profesional.
Después de una siesta (queríamos llegar con energía al recinto) en la que escuchamos el hard rock de Inglorious de fondo mientras nos aseábamos, llegamos justo para Loquillo, que empezó con “Salud y rock and roll” (el tema perfecto para el público del festival) y algún tema más modernos para luego hacer media hora con los clásicos de siempre: desde un “Rompeolas” que fue coreado por el público, seguido de “Carne para Linda”, “El ritmo del garaje”, Esto no es Hawaii,” “Feo, fuerte y formal”. Y claro, “La mataré” y “Cadillac solitario”. Himnos del rock español para comenzar la jornada.
Michael Kiwanuka, empezó con una gran atmósfera durante el comienzo de “Cold Little Heart”. pero creo que no era el horario o el sitio y el concierto se hizo un poco largo. Remontó al final con una grandísima “Love & Hate”. Tiene una gran voz y una banda muy eficiente, seguramente oiremos cosas buenas de él en el futuro.
Teníamos muchas ganas de ver a Union Carbide Productions, raices de los Soundtracks of Our Lives, pero la voz de Ebbot Lundberg sonó muy baja. Sonaron temas como “Born in the 60s” o “San Francisco Boogie” interpretados con muchas ganas y contaban con dos bajos, pero no llegó a arrancar. Para terminar se le cayó el apli al guitarrista en la última canción.
Y llegamos al cabeza del sábado: tremenda clase la de Chris Isaak, con una voz en plena forma, una banda con la que lleva tocando treinta años y una actitud de auténtica estrella de rock. Versionó el “Ring of Fire” de Johnny Cash y durante la primera media hora metió todos sus grandes éxitos: “Crying”, “Blue Hotel”,
“San Francisco Days”, y “Wicketd Game”. Para la segunda parte del concierto tocó una ranchera en español, su versión del “Pretty woman” de Joy Orbison e incluso un tema de James Brown, “I’ll Go Crazy”. Se estaba menos agobiado que con Fogerty y se disfrutó mucho, aunque hay que reconocer que no tiene tantos temas memorables como el cabeza del viernes.
Mientras pillaba una última copa, me sorprendió el potente sonido del concierto del The Cult. Me acerqué rápidamente para conseguir un buen sitio y como la mayoría de los asistentes aluciné con el vozarrón de Ian Astbury y la forma de tocar la guitarra de Billy Duffy. Consiguieron resucitar a los muertos, que éramos ya la mayoría de los asistentes al festival. “Rain”, “Sweet Soul Sister”, “She Sells Sanctuary”, “Fire Woman”… sonaron incluso más potentes que en los discos. Astbury bromeó sobre lo tarde que era y perdió una de sus panderetas al tirársela al público. Ni se inmutó, le pasaron otra. Lo disfruté tanto que estuve a punto de volver a verlos dos días después en Milán. Pero estaba muy cansado.
Ha sido, sin dudas, una gran edición, con grandes conciertos para recordar. Para el año que viene ya tenemos un nombre, muy jugoso: Beasts of Bourbon. Y ojalá por fin Tom Petty.