Como un moderno Jonás, el sábado 27 de marzo, esperaba ser engullido por una ballena, en este caso Moby Dick, añeja sala madrileña donde tantos buenos conciertos he visto en el pasado. Si cazar al cetáceo de la novela era la obsesión del Capitán Ahab, volver a ver un concierto se había convertido en la mía. Temiendo otra ola que me sepultase de nuevo en las profundidades de mi casa, pasé con terror y ansiedad la última semana antes del concierto de las bandas madrileñas DILK y The Stirrings.
En la puerta de la Moby Dick nos explicaron que no podíamos movernos de nuestro sitio, que el camarero vendría a nosotros siempre que quisiéramos pedir algo y que teníamos que llevar mascarilla y estar sentados durante todo el concierto. Lo esperado, vamos. Puntuales empezaron DILK que enseguida nos sumergieron en su música gracias a las atmósferas de “Bright Light”. Aceleraron con “I Can’t Figure It Out” a la vez que iban cogiendo cada vez más intensidad. Tocaron uno de los primeros temas que conocimos de ellos “Graveyard Orbit” y tuvimos un momento algo más movido con “Permafrost” y su rollo She Past Away. Íbamos acercándonos al final y sonó “Pluto”, uno de los temas que más nos gustan de su debut Hardship, que recordemos estuvo entre lo mejor del año para El Garaje de Frank. Para terminar, pudimos escuchar por primera vez su nuevo tema “Bad Habit”, donde, como comentaban en nuestra entrevista, notamos la voz más agresiva. Un perfecto final para un concierto que nos hizo sentirnos melancólicos al recordar lo bien que nos lo habíamos pasado en otros conciertos suyos cuando la vida era más normal.
Tras una pausa en la que vimos cómo unos agentes de policía se acercaban a la sala a ver que todo estuviera en orden, salieron el trío The Stirrings, que comenzaron a base de guitarrazos a lo Jesus And Mary Chain con el tremendo “Start A Riot”. Siguieron recordándonos el rollo lisérgico de Spiritualized con su “I Need You”, que fue seguido por el blues pantanoso de “Bad Decease”. Tras estos temas, llegó el momento de tocar su versión del “Five to One” de The Doors que les quedó fenomenal. Tras la intensa “Slow Burn”, tuvimos la nota negativa del concierto: los pesados que van a los conciertos a hablar no han desaparecido con la pandemia, como demostró un grupo que se encontraba al final de la sala, riendo, charlando en voz alta y pasando completamente de la música. La banda tuvo que pedir que la gente que por favor se callase, antes de empezar “Light Up the Town”. Continuaron con “Gods and Monsters” y su single “Bottle of Fifth” que fue muy bien recibido por el público. Tristemente, el concierto llegó a su fin con un nuevo tema, también en la onda Spiritualized llamado “Elevator”. No habíamos llegado a las tres noches y tres días que pasó el afortunado Jonás dentro de la ballena, cuando poco antes de las once, tuvimos que salir y abandonar el estómago del inteligente mamífero para volver a lo que más que un océano, es un desierto.