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Carles Benavent: reinventando el bajo

por François Zappa

Recupero aquí una entrevista a Carles Benavent hecha en el 2010 para EnlaceFunk.

Junto a Jorge Pardo es la otra gran figura del jazz flamenco. Sobrevivió al jazz rock de los setenta, destacó dentro de los súper grupos españoles de los ochenta, le dio un toque propio a discos de Chick Corea, Paco de Lucía y Camarón y ha grabado algunos de los mejores discos creados en este país. Músico inquieto, entusiasta del directo, seguro que dentro de poco está tocando en tu ciudad. Carles Benavent: pura emoción.

—Tras unos primeros años en Máquina!, una banda de lo que podríamos llamar rock progresivo, formas Música Urbana con Joan Albert Amargós.

—Con Música Urbana sacamos dos discos, el primero homónimo en 1976 y el segundo llamado Iberia, un par de años más tarde. Fue mi master class: como si hubiera ido a estudiar fuera, porque en aquellos tiempos no había Berkley, no se podían estudiar este tipo de cosas, no había escuela. Solo estaba la opción de estudiar música clásica, que yo estudié durante unos dos o tres años, pero estas cosas había que aprenderlas por tu cuenta. Conseguir los discos y prepararte la música. Música Urbana fue mi escuela y Amargós fue quién me dio el apretón gordo. Me preparó para lo que me vino luego. Cuando empecé con Paco de Lucía me vino muy bien haber estado con Amargós.

—Aparte de esos dos discos también hicisteis una banda sonora, ¿verdad?

—Sí, nos hicimos cargo de la banda sonora de Tatuaje de Bigas Lunas, aunque fue compuesta enteramente por Amargós, nosotros fuimos más bien intérpretes. Fue una experiencia muy bonita, grabamos todos juntos en el estudio. Fue una manera atípica. No se hizo viendo la película, se hizo como si fuera un disco y luego lo adaptaron a la película.

—Grabasteis para el sello Zeleste, y se os suele incluir en el movimiento alrededor de este sello, juntos a otros grupos como Secta Sónica o Barcelona Traction, ¿cómo era la Barcelona de la época?

—Había una gran emoción, pasaba algo. Había muchas ganas de hacer cosas. No había tantas cosas como ahora pero había mucha fuerza, mucho interés, la gente experimentaba, se hacían cosas nuevas, era una época muy creativa.

—Han dicho de Música Urbana que hacía jazz rock mediterráneo con aires andalucistas, ¿qué opinas de esta definición?

—Estoy de acuerdo. En Música Urbana empecé a tocar melodías españolas, nos entró la curiosidad por buscar en nuestro entorno más cercano como es el Mediterráneo. Amargós se compró una mandolina y teníamos ganas de acercarnos a lo más cercano, no tanto a los Estados Unidos que era lo típico.

—¿Cuáles eran tus influencias en ese momento?

—Cuando empecé eran Jimi Hendrix, Cream, Jack Bruce, Chick Corea, Stanley Clarke, Jaco Pastorius… Cuando apareció Jaco fue una revelación para muchos de nosotros. Como bajista si le he mirado más, aunque me he fijado más en guitarristas. Cuando empecé con el flamenco intenté ser una prolongación de la guitarra de Paco.

—A finales de los setenta tocas en varias formaciones de jazz, una de ellas con Tito Duarte, Kitflus…

—Sí, eso fue una historia en Madrid, una banda con la que estuvimos tocando durante un mes. Había mucha fuerza en ese momento, te lo tenías que hacer todo tú. Tenías que comprar los discos en Andorra. No encontrabas nada aquí.

—También formas parte de la súper banda Puente Aéreo donde tocarás con algunos músicos que te acompañarán durante toda tu carrera, como Jorge Pardo o Rubem Dantas.

—Esa fue una propuesta de Pedro Ruy-Blas. Hicimos unas actuaciones, pero era difícil y costoso mover a tanta gente. Requiere organización y era un producto poco comercial. Era como una Big Band, había cuatro metales, dos teclados, batería, percusión, bajo, guitarra.

—En el 80 entras a formar parte de la banda de Paco de Lucía, y también comienzas a colaborar en discos tanto de este como de Camarón. ¿Cómo fue trabajar con Paco de Lucía?

—Fue de lo más importante que me ha pasado, aparte de Máquina! y Música Urbana. Allí encontré un camino, este sí, el camino que voy a seguir. Lo descubrí en cuanto me senté con Paco. Trabajar con Paco de Lucía es aprender. Aparte de las giras, grabé cinco discos con él y cuatro con Camarón.

—¿Y cómo introduces el bajo en el flamenco?

—Al principio era un bicho raro, igual que Jorge Pardo. Lo que no fuera una guitarra y unas palmas era raro, hasta el cajón les parecía raro. Intenté involucrarme con la guitarra, como siempre he sido un poco inquieto con el bajo, salirme del papel del bajo, acercarme a la guitarra, intentar doblarlo, hacer voces. Hacer que el bajo sea más que un bajo.

—También has grabado con Chick Corea en varias ocasiones. En los ochenta participaste en discos como Touchtone o Again and again y últimamente se te ha podido oír en Rhumba Flamenco y en Ultimate Adventure.

—Estando con Paco en Japón conocí a Chick Corea. Se interesó por mí, llamó a Paco y le preguntó que si podía trabajar con él. En ese momento, Paco estaba de gira con Al Di Meola, y le dijo que sí. Me llamó Chick a casa, no veas que alegrón. Todavía alucino. Yo he tenido mucha suerte en la vida y he sabido aprovecharla. Debes estar preparado para aprovechar las oportunidades y que ser capaz de realizar una tarea superior a lo que tú sabes para que puedas subir unos escalones.

—Por esta época empiezas a tocar muy frecuentemente con Jorge Pardo. Habéis tocado juntos en innumerables ocasiones y colaborado en vuestros discos en solitario.

—Somos como hermanos, hemos pasado muchos años en la carretera. A veces la gente hasta nos confunde.

—No es hasta 1983 que te decides a sacar tu primer disco.

—Después de la primera gira con Chick Corea, Mario Pacheco me dijo: tenemos que hacer un disco de bajos. Eran los comienzos de Nuevos Medios. Lo primero que sacaron fue el mío y el de Habichuela. Lo recuerdo como si fuera mi primer hijo.

—Un par de años después, en 1985 publicas un disco con Joan Albert Amargós, compañero tuyo en Música Urbana, llamado Dos de copas. Seis años más tardes repetís en Colors. ¿Cómo fue volver a trabajar con él?

—Era como estar de nuevo en Música Urbana, como estar en familia. Eso sí, con más implicación mía porque cuando te propones hacer algo tuyo tienes que empezar a componer. Poco a poco uno va creciendo. Fue el principio de mi repertorio. Estos discos me obligaron a crear mi repertorio y a empezar a preparar temas para un próximo disco cuando acabas uno.

—Y en el 89 participas en otro proyecto, Flamenco Fusión.

—Fue un proyecto corto, sólo hicimos unas actuaciones, duró un solo año. Actuamos en New York con Paquito de Rivera.

—En 1990 tocas para la televisión suiza junto a Jorge Pardo, Don Alias, Alex Acuña y Gil Goldstein. Después de este concierto la formación seguirá durante algunos conciertos y grabáis un disco para Blue Note. La relación con Goldstein ha seguido hasta nuestros días.

—Gil Goldstein, es como un primo, un buen amigo muy cercano, desde que colaboramos ha trabajado en casi todos mis discos, Agüita que corre, Aigua, Fénix.

—Otro momento importante para ti fue cuando en el homenaje a Gil Evans en 1991, donde tocaste con Miles Davis.

—Toqué solo dos temas, pero fue como un sueño. Quincy Jones dirigiendo y Miles Davis a dos metros: a veces creo que lo he soñado, todavía no me lo creo. Me lo presentaron. Era un ídolo. Fíjate, que toda la orquesta se calló cuando entró a la sala de ensayos, hubo un silencio absoluto. Fue como si Camarón hubiera entrado en el Candela.

—En el 92 aparece el disco de Jazzpaña, dirigido por Vince Mendoza y donde colaboran Al Di Meola, Michael Brecker, Jorge Pardo y Rubem Dantas entre otros. ¿Qué recuerdas de esta experiencia?

—Jazzpaña hubieron dos. El primero como Big Band, que para mí tuvo más interés porque era más novedoso. Era un trabajo con mayores costes y los arreglistas eran muy buenos. Curiosamente estábamos trabajando en una versión del “Soy Gitano” de Camarón el día que murió. Estábamos grabando unas bases y nos llamó Teddy Bautista y nos dijo que acababa de morir. Tuvimos que parar.

—Después de un accidente de coche en 1995 estás una temporada sin tocar y un año más tarde publicas Fénix, tu quinto disco tras Peaches with salt en el 85 y Agüita que corre en el 95. ¿Señalas algo especial en este disco?

—Suena más a grupo, como el último que he hecho ahora, se grabó en cuatro o cinco días. Venían los americanos y había que grabarlo rápido. El resto de los discos suenan más a colaboraciones, duetos, tríos y cosas de esas.

—Entre los tríos, destaca el que has formado con Tino Di Geraldo y Jorge Pardo con los que grabaste el ya famoso Concierto de Sevilla en directo en 1999. Hace poco habéis sacado un nuevo disco llamado Sin precedentes bastante bien recibido por la prensa.

—El Concierto de Sevilla es un disco en directo nacido de una anécdota: para una actuación no vinieron ni el cantaor ni el guitarra y salimos en trío. Nos gustó mucho y seguimos así. Me parece muy interesante la forma de trío.

—En el 2003 tocaste con otra leyenda del jazz, en este caso Pat Metheny, ¿cómo fue la experiencia?

—Fue cosa de un solo día, en el festival de Victoria. Él toca mucho: toca sobrao. Toca cantidad de historias, parece hiperactivo. El concierto duró unas cuatro horas, primero salió solo, luego con un grupo más de jazz, luego con nosotros y luego con Kepa Junkera con el acordeón. Y él no paraba de tocar.

—Tu último disco se llama Quartet, ¿alguna novedad en él?

—Cuenta con un instrumento llamado Hang, parecido al steel drum, con lo que se me hacía familiar pero que es diatónico, no es cromático, tiene ocho notas. Adapté mis temas, incluso escribí algún tema pensando en este instrumento. Están en él Jordi Bonell, que tocaba en Música Urbana, Jorge Pardo, Ravid Goldschmidt…

—¿Qué músicos españoles destacarías como los que más te han marcado?

—Camarón, Paco de Lucía y Amargós por los que me han afectado en mi manera de tocar.

—Desde hace tiempo tocas con tu propio bajo, ¿verdad?

—Tengo dos, los empecé a hacer de taller, en vez de ir a la tienda de Prêt-à-porte, vas al sastre y te hace el traje a medida. Te acostumbras a eso y yo no quiero comprar uno, quiero diseñarlos. Mis bajos se caracterizan por el peso, me gusta que no pesen, los trastes son de mandolina, las cuerdas muy justas porque toco con púa… Son detalles que vas afinando poco a poco.

—¿Crees que el directo está en crisis como parece estar el resto de la industria discográfica?

—El directo está en una época muy buena, la gente necesita emociones. No está en crisis, ni mucho menos, el directo funciona mejor que nunca. Me gusta mucho el directo, me gusta mucho la improvisación. Yo diría que es un 50% de mi música. Aunque también me gusta componer.

—¿Estás contento con la repercusión que tiene tu música en España?

—Eso nunca se sabe. Es mejor caer en gracia que ser gracioso. Lo importante es hacerlo bien, para mí, para mi gente y para la gente a la que le gusta lo que hago.

—¿Y qué podemos esperar en el futuro de Carles Benavent?

—Quien sabe, sigo con muchas ganas de tocar y componer. Hay veces que hay que aguantar más que seguir.

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