En las ciudades pequeñas, de una u otra forma, acabas conociendo a todas las personas que tienen gustos parecidos a los tuyos. Así, fue inevitable que me presentasen a Juan Antonio Cantos AKA Lambmother, con el que compartí charlas sobre Autechre, Squarepusher o Aphex Twin durante nuestras vacaciones veraniegas en Ceuta. Años, décadas después, él es un productor de electrónica experimental, historiador y administrador de la plataforma de comics ComiSquare.
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—Tanto tú como yo hemos crecido en Ceuta, un sitio un poco alejado de la civilización ¿crees que en alguna forma ha influido en tu formación musical?
—Hola, ¿qué tal? Buena pregunta… Pues creo que a priori da un poco igual donde nazcas: si hay música allí -¿y dónde no hay música?-, eso te va a influenciar. Recuerdo muy bien, cuando era pequeño, cómo los fines de semana mi padre siempre ponía música disco, funk y rock de los 70 en su tocadiscos: le encantaban Boney M, Cher, Creedence Clearwater Revival, Gloria Gaynor… Pero también la música tradicional del vecino Marruecos, con esas polirritmias, tuvo una discreta presencia en mi infancia; ¡la cultura musulmana está omnipresente en Ceuta, quién lo duda! De todos modos, fue en Ceuta, con la adolescencia y al empezar a salir de noche, cuando me empecé a interesar por la música de baile y, concretamente, la electrónica.
No hay que olvidar que por más “alejados de la civilización” que supuestamente estuviéramos, Ceuta era y es una ciudad española no muy distinta de otras, y la radio, con sus hits, sonaba por doquier. Y quizá en los 80 Ceuta tenía más pubs y discotecas, más “movida” nocturna de lo que tiene ahora, o por lo menos una oferta más variada: podías estar escuchando en un mismo día punk en el bar Bataplán (¡allí descubrí a Siniestro Total!), pop-rock español en cualquier garito del “Callejón” hartándote de chupitos, y luego, en discotecas como La Bogoteca o El Piano, temas de Tecnotronic, KLF y Snap. Eso sí, lo que era terrible, un trabajo hercúleo, era encontrar tiendas decentes donde comprar discos. Todo lo interesante tenía que venir de fuera, “de la Peni” (la Península).
Entrando ya en la época del instituto en Ceuta, recuerdo que con 14 años veía la MTV y allí había un programa, el Party Zone, donde vi los primeros videoclips de gente tan cañera y mítica como LFO, Prodigy, The Orb, Aphex Twin… Y aquello me cautivaba. Me quedaba literalmente embobado delante del televisor.
Por fortuna, contemporáneamente en Andalucía, el colectivo Satisfaxion empezó a hacer eventos, las primeras fiestas oficiales de música electrónica del Sur de España. Y allí había calidad y ganas de hacerlo bien: aquellos tíos, pese a sus pocos medios apostaban por traer gente potente de fuera, como Óscar Mulero, de Madrid, e internacionales como Marusha, DJ Dick, Westbam, Manix, 4 Hero… Coincidió aquel fenómeno con que en Ceuta, hartos de tener que cruzar el Estrecho para ir de fiesta en condiciones, hubo gente que apostó por hacer fiestas rave en nuestra misma ciudad. Fue una etapa genial. Aparte de traerse a los clásicos de Satisfaxion, como Jordy Slate o F. Volumen, también se trajeron a grandes como Óscar Mulero. Pero duró poco. Una pena si piensas que, desde entonces, nunca se ha recuperado aquello, una escena pequeña y efímera.
—Cuéntanos cómo empezaste a hacer música y cómo empezaste a interesarte por la electrónica.
—Fue ya en mi época universitaria en Granada, con un colega, Jorge Cucurull, que estudiaba Informática. Tenía un programa muy básico, el Fast Tracker, con un sonido bastante malo y un sistema algo engorroso para la composición, pero tremendamente divertido. A él también le encantaba la electrónica. Hicimos en su ordenador un par de temas de breakbeat (estilo que estaba partiendo la pana por entonces) simplemente por pasarlo bien. De ahí el salto fue cuando tuve mi primer ordenador personal, con unos 20 años de edad, y el programa Fruity Loops 3, muy intuitivo y sencillo, y más similar al concepto y ritmo de trabajo de una caja de ritmos real, permitiendo jugar mejor con efectos, como filtros, reverbs, delays, y con sintetizadores virtuales… Me pasaba las tardes muertas con ese programa, e incluso salieron cosas interesantes ya entonces, que luego he podido reutilizar, aunque usando otros DAWs.
Y respecto a cómo empecé a interesarme por la electrónica, bien, ya he respondido a esa pregunta parcialmente antes. Pero a un nivel más profundo, diría que simplemente ese sonido tan sintético y extraño (tan perfecto y alienígena a la vez), era lo que más me atraía desde joven. Cuando escuchaba una banda, en los que más me fijaba era en la batería electrónica y en el teclado. Me fascinaban, qué le voy a hacer… Los grupos que tenían algún toque electrónico me llamaban poderosamente la atención, mucho más que los más acústicos o “tradicionales”. Por ejemplo: Depeche Mode, Kraftwerk, Human League, el disco Mixed Up! De The Cure (por cierto, el primer grupo del que fui fan), KLF, The Orb, me marcaron en adelante.
—Has estudiado música. ¿Cómo crees que ha cambiado tu apreciación de la electrónica al tener unos conocimientos musicales?
—Debo advertir que no he estudiado música propiamente dicha, en plan estudios reglados tipo conservatorio o algo así. Soy ante todo autodidacta, y mis conocimientos musicales provienen principalmente de haber escuchado siempre música, haber leído mucho, haber cultivado cierta sensibilidad (llámalo “oído”), y, por último, haber practicado aún más a lo largo de mi vida. Mucho ensayo-error. Pero, una vez aclarado esto, creo que a verdad todo ha sido para bien, evidentemente. El conocimiento es poder, y el continuo aprendizaje aún más.
—Publicaste un tema noise en un recopilatorio publicado en Granada llamado Deriva Interactiva Sonora. ¿Cómo ves hoy ese primer trabajo? ¿Había escena noise en Granada?
—Eso fue hace muchos años, creo allá por el 2006. ¡Madre mía, qué recuerdos! Me enteré por un colega que vio un anuncio colgado en la calle y me lo trajo a casa, por si me interesaba, ¡y claro que me interesaba! La idea era genial y, que sepamos, no había habido hasta entonces una tentativa de hacer tal cosa en Granada. Yo ya tenía una gran cantidad de temas terminados y muchos eran experimentaciones ruidistas y ambientales, sonido puro. Llamé por teléfono, y quedé en que les iba a pasar dos temas, dejando en sus manos la elección del que quisieran para el recopilatorio. Resulta que, por una afortunada casualidad, uno de los chicos que movía aquel peculiar proyecto era el primo de una amiga mía, lo que hizo la comunicación mucho más fácil. Hoy veo aquel tema y pienso cuánto se podría mejorar, pero en sí me sigue gustando: cumplía entonces con las expectativas y creo que sigue cumpliéndolas.
Por lo demás, aquel disco fue revolucionario y precioso, por su carácter único y transgresor. En Granada no había escena noise ni experimental, ni entonces ni ahora, y dudo mucho que la haya, al menos tal y como están las cosas actualmente. La escena de la ciudad, aun siendo rica, tenía sus limitaciones: o eran los temazos de las listas de éxito fácilmente digeribles por las oleadas de estudiantes, o era pop y rock más alternativo (¡célebre Granada por su escena indie!), o es flamenco, muy arraigado en la cultura popular. Ya en el plano más electrónico, hay una escena que se mantiene constante año tras año desde los 90, pero casi siempre se centra en el hard techno y, en menor grado, el drum&bass y el house… Esa escena mayoritariamente techno ha sido posible gracias a discotecas míticas como la Industrial Copera (actual Revert) o la Energía (actual Wow!), y a festivales como el Espárrago Rock, o el más hippy del Dragón, en las Alpujarras. Pero los sonidos más experimentales y noise siempre han quedado fuera, como algo anómalo o eventual. Se han hecho intentos serios, aunque puntuales por parte de varios colectivos (como antaño los Miga), con mayor o menor éxito, para darle caña a esos sonidos, que hoy algunos denominan “músicas raras”. Y hay grandes artistas allí, muy creativos. Pero en sí, carecen de repercusión a nivel local y regional. Puede que sean más oídos fuera de Granada que dentro, quién sabe. Cuando se formuló la idea del Deriva Interactiva Sonora -hoy una encantadora rareza, visto retrospectivamente- me dije “yo tengo que formar parte de eso”, y ahí está. Mi colaboración cayó en gracia. De hecho, ahí nació el pseudónimo Lambmother en cierto modo.
—¿Qué pasó con tu otro seudónimo Pathkey?
—La verdad es que lo tengo un poco abandonado. Sinceramente, es una especie de cajón de sastre donde meto todo lo que considero que no combina bien con mi idea preconcebida de Lambmother. Allí hay más breaks, rollo jungle y drum&bass, aunque siempre con un toque experimental. Debo reconocer que incluso hay temas de Pathkey que quisiera recuperar y remezclar para meterlos en Lambmother. No sé… Todo se andará.
Por otro lado, este pseudónimo ha dado también sus buenos frutos, pues he publicado con él un track, “Bunyip”, en el recopilatorio Katharsis Compilation 2.0, un proyecto de Ophelia Ecstasphere (a.k.a. Aphexia), una pedazo de artista con mayúsculas, de Hamburgo, a la que pude conocer personalmente en el festival Primal Uproar II, el año pasado. A ella le estoy muy agradecido, porque ya ha contado conmigo y con mi música en dos ocasiones. La primera fue, para el Katharsis Compilation 1.0, como Lambmother, con el tema “Choosing The Right Words”, y la segunda con el citado track de Pathkey para la segunda parte de estos recopilatorios. Ver mis temas codeándose junto a otros de artistazos como ella misma, 13th Monkey, Supersimmetria, Meta Meat, Swarm Intelligence, o Dirk Geiger, ¡es simplemente emocionante, todo un orgullo!
—¿Cómo te contactó Ophelia Ecstasphere?
—Pues fue, como te digo, porque ella estaba buscando música para su primer recopilatorio de Katharsis. Nos seguíamos mutuamente en SoundCloud, y un día me escribió a través del perfil de Pathkey, diciéndome: “Hey you! Acabo de echar un vistazo a tu música y debo decir que me encanta. ¿Quieres participar con uno de tus temas en este proyecto que llevo en Hamburgo?” Ni lo dudé. Desde entonces hemos tenido muy buen rollo. Y por cierto, su música es espectacular, y verla en directo impactante: es bonita, oscura, dulce y contundente, frágil y fuerte a la vez…
—¿Cómo fue tu experiencia tocando en el Primal Uproar II Festival?
—Inolvidable. Recuerdo que nos habían programado la actuación para el sábado, y mi colega Carlos Bandeira a.k.a. Eclips3, autor de los videoclips de Lambmother (y que, en cierto modo, es la otra cara del proyecto, la vertiente visual) llegamos allí el día antes, viernes, y nos quedamos sorprendidos con el nivelazo de los artistas que tocaban: Greta Christensen, Cindytalk, Geistform, Dr. Nexus, Am Not, Kiew, Medial Ages, Corazón de Robota, Magmadam, la citada Ecstasphere, … De hecho, para mi era sólo la segunda vez que tocaba en directo, y para él la primera, ¡y se nos venía el mundo encima con los nervios! Madre mía, para ser nuestro debut estábamos entrando por la puerta grande, pero nos decíamos “¡¿Cómo competir con eso?!”. Por fortuna, una vez subimos al escenario nos relajamos, la concentración se impuso al miedo escénico, y salió un bolo más que decente, con muy buena respuesta por parte del público. Aún vibran los aplausos en nuestros oídos, y cada vez que los recordamos nos inunda una sensación de felicidad. Fue una experiencia única y genial, y los organizadores -entre los cuales se encontraba mi amigo, el gran artista noise e industrial José Macabra, muy conocido en Inglaterra- se lo curraron muchísimo. Nos sentimos muy a gusto, en todo momento. ¡De hecho, estamos deseando repetir!
—Has publicado hace poco un EP con cuatro temas en Evel Records. ¿Qué nos puedes contar de la gestación de estos temas?
—Bien, esos temas ya habían sido creados poco antes de que Alfonso, alma mater de Evel Records, se pusiera en contacto conmigo, ofreciéndome la posibilidad de publicar en su sello. Y fueron hechos de manera aislada, sueltos, sin una visión de conjunto u obra discográfica completa por mi parte. A veces te sientas ante tus máquinas, te pones a tocar, y ¡voilà! surge algo interesante, que merece ser grabado. Eso fue lo que pasó. Cuando Alfonso me dijo que quería publicarme en Evel y que eligiera algunos temas para un EP, creo que lo que más me costó fue, de hecho, seleccionar los temas a incluir. Pero algo me decía que tenían que ser éstos y no otros.
Te puedo decir que en aquel momento estaba leyendo mucha ciencia-ficción y terror, y estaba en un momento de mucho estrés (laboral y personal). Creo que ambas cosas, a nivel emocional y creativo, impregnaron estos temas. También hay cierto componente filosófico y lúdico que se puede desprender de sus títulos: “Machines Need To Be Alive” viene de lecturas sobre la filosofía del transhumanismo y estudios sobre el futuro de la inteligencia artificial y los ciborgs; “Reutaerc Gniggid” es un anagrama de “Creature Digging”, evocando un ser que se arrastra, excavando, sin saber bien adónde va y encontrando sorpresas, ora desagradables, ora liberadoras, hasta el final de su camino; “Lienzo”, un tema que es puro ambient con leves toques de noise, es el lienzo en blanco de una mente que trata de entender el mundo partiendo desde cero, abstrayéndose del mundanal ruido momentáneamente, y aceptando el eterno devenir de las cosas. “Damaged” es, por último, un experimento oscuro, distorsionado y caótico, que refleja un estado alterado de consciencia y una toma de conciencia en sí misma. En cierta manera, he hablado ya más extendidamente sobre este tema en el proyecto de Andrews Wax, Chaing of Changes | Into the Macchina, que os sugiero visitar. Allí, Luis Lamadrid ha hecho una intervención sobre este tema, en forma de video, muy bonito (y algo neurótico, ¡me encanta!). También el mismo Andrew Wax ha creado a partir de “Damaged” una propuesta de video publicitario no comercial muy curiosa.
—También has tocado en el festival Teorema. ¿Qué nos puedes contar del festival? ¿Te veremos más en directo en el futuro?
—Este festival es otro de esos en los que uno está deseando repetir. Rodrigo, su organizador, me contactó por mi fanpage oficial de Lambmother en Facebook, y acepté sin dudarlo. Estuvo genial, aunque lamentablemente no fue demasiada gente: apenas unas docenas. Eso sí, había un ambiente de amistad y buen rollo incomparables desde el minuto uno, y la gente que iba, sabía lo que había, y estaba entregada. Espero que se sigan celebrando eventos con el sello Teorema y que cuenten con Lambmother.
Y por supuesto que nos veréis a mí y a mi amigo Eclips3 tocando en el futuro. En el futuro inmediato, de hecho. Ahora estamos más metidos en el estudio, terminando un videoclip y evaluando nuevas vías de experimentación; pero en otoño volvemos a la carga en los escenarios. Estén atentos.
—Eres historiador y administrador de una plataforma de comics. ¿Crees que la historia o los comics influyen en tu música?
—Totalmente. En realidad, la Historia y los cómics me han afectado positivamente en casi todo en la vida. Aparte, los que me conocen dicen que soy buen narrador gracias a ello. Y he sido desde niño un gran lector, no sólo de Historia, también de ficción y novelas gráficas.
El ser historiador te da una perspectiva especial de las cosas. Y de hecho, muchos fans me dicen que mis temas musicales son historias. Hay un hilo narrativo, un discurso, y normalmente suele estar bien dividido en tres o cuatro partes claramente diferenciadas. Aunque, también según me dicen algunos, las partes finales de mis temas no tienen nada que ver con sus principios. Puede ser… Pero es que ninguna historia acaba como empieza. Todo cambia, todo muta, siempre.
—¿Existe una escena catalana a la que crees que perteneces?
—No. Más bien me siento parte de una escena internacional: la de la música electrónica experimental. Que unos llaman (o llamaban) IDM, otros “intelligent techno”, otros “músicas raras”, otros experimental a secas… En fin, esos términos que funcionan como una especie de cajón de sastre para definir todo lo que se sale del mainstream, y en cuyo interior podrían caber propuestas como las de Autechre, Boards of Canada, Ryoji Ikeda, o Francisco López. Si pudiera cometer la arrogancia (o soberbia) de sentirme pertenecer a una escena, sería a esa. Y es global.
—¿Puedes hablarnos un poco del equipo que utilizas?
—Tengo un par de ordenadores Mac, una tarjeta de audio profesional Focusrite Scarlett 2i8, una Roland Boutique TB-03, una caja de ritmos Arturia Spark LE y un sintetizador MIDI Arturia Minilab, unas groovebox Roland MC-303 y MC-505, una Korg Electribe A (EA-1), una mesa de mezclas Behringer, una Roland TR-8, y un controlador MIDI Akai APC 40 MKII. De programas, el Ableton Live Suite 9.7.7, Pro Tools, y Logic Pro X, aunque para los directos, tiro siempre de Ableton. También, por supuesto, tengo una vasta biblioteca de samples, muchos de ellos creados por mí mismo a partir de grabaciones de campo. Pero no me gusta dejarlos tal cual: lo ideal es trabajarlos, procesarlos, romperlos, distorsionarlos, hasta que das con lo que realmente buscas.
—¿Cómo planeas tus lives? ¿Cuánto llevas grabado y cuánto hay de improvisación en tus directos?
—Mitad y mitad. Para mi es importante llevar una especie de guion previo, para luego ir trabajando sobre él en el directo, modificándolo a gusto sobre la marcha, añadiéndole o quitándole cosas, como efectos, capas de sonidos, plugins, melodías improvisadas,… Además esto facilita también enormemente la tarea de mi compañero Eclips3 durante los directos; le puedo decir antes, cuando ensayamos, “mira, esto va a ir así o asá, en tal o cual momento”, y él a partir de ahí puede seleccionar y ejecutar mejor la evolución de la parte visual del live. Porque queremos que los directos se oigan y se vean como un todo coherente. No obstante, cuando uno se siente a gusto en el escenario, a menudo deja correr la imaginación y un tema dado puede acabar convirtiéndose en otra cosa, o el guion se puede ir a paseo. Esto nos ocurre a los dos por igual. Es la gracia del live.
—¿Cómo de importante es la parte visual de tus lives? ¿Qué nos puedes contar de tu colaboración con Eclips3?
—Para mi la parte visual es fundamental, de ahí que desde un principio quisiera contar con Carlos (Eclips3) para los directos y para que fuera él, y no otro, quien realizara mis videoclips oficiales. ¿Por qué? Carlos y yo nos conocemos desde hace muchos años, desde el instituto en Ceuta. Y después hemos vivido en las mismas ciudades, Granada y Barcelona. Compartimos los mismos gustos musicales, etc. La colaboración es siempre fluida y buena. Hay conexión. Cuando le presento mi música, él la entiende a la primera y sabe qué hacer y qué quiero. En la mayor parte de los casos, se podría decir que está en mi mente, ¡incluso a veces se anticipa! Nuestra relación es óptima a ese nivel.
—Hablemos un poco de música: te gusta el ambient y hablas de Francisco López como influencia. En directo siempre me ha gustado, pero sus grabaciones de campo a veces me han parecido un poco aburridas. ¿Qué parte de su enorme discografía te interesa? ¿Qué le recomendarías al alguien que quiere acercarse a su obra?
—Estoy de acuerdo contigo. En directo, Francisco López es impresionante, toda una experiencia. Recuerdo que me llevé a mi novia a un directo suyo, en el Corral del Carbón de Granada, hace años, y ella no tiene gustos tan experimentales como yo, aunque es abierta de mente y sabe apreciar las cosas buenas. Pues bien, acabó el live y me dijo, con los ojos muy abiertos: “¡Wow, impresionante!”. Yo ya sabía qué me podía esperar, pero tengo que decir que aquel evento superó mis expectativas con creces. Es un artista al que aconsejo encarecidamente ver en vivo al menos una vez en la vida. ¡Bueno, o no verlo! ya que sus lives suelen degustarse mejor -como él mismo aconseja- con vendas en los ojos, para que el público se centre más en el auténtico protagonista: el sonido. Jajajajaja… Pero su discografía, que es enorme, bueno, es también muy “una de cal y otra de arena”. Hay discos suyos que te los compras, te los pones en casa, y te sumerges en un mundo mágico, y otros que dices: “acabo de tirar mi dinero a la basura”. Pero es normal, con ese estilo y ese concepto tan suyos. De toda la obra de López tengo que decir que hay un disco que me cambió la vida: el Azoic Zone. Pura magia: un viaje sin batiscafo a las profundidades abisales, no sé si de la naturaleza o del alma. Además, ahí se nota perfectamente su profesión de biólogo, así como sus capacidades como artista del sonido puro y aislacionista.
—Reconoces a Merzbow y Esplendor Geométrico como influencias. ¿Cómo te interesaste por propuestas tan difíciles? ¿Crees que ahora con la enorme oferta que hay y la búsqueda de un placer más inmediato es más difícil que estilos así tengan éxito?
—Si uno es español, creció en los 80, y se interesó alguna vez por la música industrial más loca, difícilmente no acabó encandilado por Esplendor Geométrico. Son unos grandes, y como suele ocurrir con tantos genios españoles, más reconocidos fuera de nuestras fronteras que dentro; aunque hoy en día, al menos, se les considera banda “de culto”. Llegaron a mis oídos a través de una cinta que me pasó un colega en Ceuta, y me enamoré de ellos a la primera audición. Por cierto, recomiendo ver el documental Geometría del Esplendor, que habla de ellos.
Merzbow lo descubrí por un recopilatorio del Sónar festival, y me dije “¡la hostia, esto es todo! ¡¿Cómo es posible que exista algo tan potente y transgresor?!”. Otro flechazo. Pero claro, yo ya apuntaba maneras por entonces. Todo lo que sonara roto, a destiempo o distorsionado captaba mi atención, y me incitaba a seguir buscando de eso. Merzbow obviamente es tremendamente underground (aunque quizá más famoso internacionalmente que Esplendor). Y me fascinaba todo de él, su concepto, su pose, su extremismo, sus cacharros e imaginería… ¡Además, es también historiador como yo! Su sonido es una catapulta de caos, confusión y dolor, algo horrible, pero al mismo tiempo bello. Algo inesperado y retorcido, que rompía las reglas, y por eso mismo doblemente atractivo. ¡Como Autechre, que considero mi grupo de culto! Si me siento verdaderamente fan al 100% de algún grupo, es de ellos. Haber visto en directo a Autechre, Merzbow y Esplendor Geométrico se cuentan entre algunas de las mejores experiencias de mi vida.
Propuestas como estas de las que hablamos, no obstante, pudieron calar en los que vamos ya para maduritos y hemos vivido en primera persona la etapa de fervor de la electrónica, cuando todo estaba por hacer y por descubrir. Lo que no creo es que puedan tener éxito en el público joven actual, que, aun siendo joven, es menos arriesgado y más acomodaticio -en mi opinión- en cuanto a gustos. Creo que tiene que ver con los cambios generacionales, y no me voy a meter en temas sociológicos ahora, al menos en profundidad. Simplemente añadiré que, a mí, de hecho, ni siquiera me gustan muchos de los sonidos hoy de moda, como el trap y el reggaeton, que considero sobrevalorados (salvo algunas excepciones). Es lo que hay…
Creo que el triunfo del trap y el reggaeton van de la mano del postureo en redes sociales como Instagram y Facebook, y un renovado auge de una supuesta “cultura urbana” que algunos medios tratan de presentar como algo novedoso, ¡cuando no lo es, existe de toda la vida! También me sorprende que la juventud se haya vuelto aparentemente tan monocroma y superficial. Posiblemente esto tenga algo que ver con esa tendencia hacia el placer inmediato (el Like, el retweet, el follow) y el carácter impaciente y efímero de la cultura actual, que básicamente nace y muere en las tendencias en Internet todo el tiempo. Pido perdón de antemano -y ojalá que me equivoque-, pero dudo mucho que un Centennial o un Millennial tengan la paciencia suficiente para escucharse de cabo a rabo el Music for Airports de Brian Eno, o el Geogaddi de Boards of Canada. ¡No sé si es bueno o es malo, pero ojo, está claro que es diferente! El mundo cambia…
Ya no hay ni tribus urbanas propiamente dichas, hay influencers y pretendientes a influencer, pero los chavales se copian e imitan unos a otros terriblemente, a golpe de morritos en los selfies.
Esto creo que se percibe también en la cartelera de algunos festivales que pretenden ser vanguardistas o de música “avanzada”, como el Sónar, que, aun manteniendo tales títulos, la verdad, apuestan cada vez menos por la variedad y lo arriesgado. Han pillado una receta mágica, saben quiénes les llenan los bolsillos cada año, y apuestan por lo seguro. Y para lavarse la cara y mantener un barniz de vanguardia, traen dos o tres artistas más “raritos” y hasta el año que viene.
Pero en fin, son sólo opiniones. A veces divago… ¡Ay, las edades! (jajaja)
—En estos últimos veinte años hemos tenido IDM, Garage, drum n’ bass, two steps, revival electro, global bass, EDM, dubstep y seguro que me dejo alguno. ¿Cuáles de estos estilos ha calado en ti y en tú música?
—Todos un poco, obviamente. Llevo oyendo todo tipo de electrónica desde la pubertad, y en la universidad yo era un raver declarado. Ha habido estilos que me han gustado más que otros, según el momento, pero de todos he podido rescatar cosas o recursos que, luego, consciente o inconscientemente, he volcado en mi producción.
—¿Lees alguna revista tipo The Wire? ¿Cómo descubres grupos?
—Leía más revistas antes que ahora: la Rock de Lux y sus monográficos anuales Dance de Lux, la Mondosonoro, etc. Internacionales me gusta mucho The Wire, y estoy subscrito a varias webs, como bleep.com Otra forma obviamente genial de descubrir es, simplemente, saliendo de marcha, yendo a festivales, e investigando por Internet. Estoy muy activo en Bandcamp, ReverbNation y SoundCloud, y allí se encuentran a veces auténticas joyas.
—¿Conoces la escena electrónica italiana? Me refiero a artistas como Not Waving, Bienoise o Lorenzo Senni.
—No demasiado en profundidad, ahí me has pillado. Los estoy descubriendo recientemente (y cuando digo tal cosa me refiero a los 2-3 últimos años, o sea, muy recientemente). No obstante, hay algunos trabajos de esos artistas que mencionas que me ponen los pelos de punta. Por ejemplo, el Superimpositions de Lorenzo Senni; es una relación de amor-odio total con ese disco, pero como creo que, en el fondo,“me va el mambo”, pues eso… vuelvo a él una y otra vez.
—¿Qué piensas del trance? En nuestra época estaba un poco mal visto, ¿no? ¿Era como lo contrario de la EBM, no crees?
—El Trance me encantaba al principio, cuando surgió, pero ahora me aburre. Creo que el problema está en que no ha evolucionado (pese a todos los sub-estilos y derivados que ha producido). Es como el techno puro, creo que se está quedando estancado. Es lo que es. Aun así, volviendo al Trance, a ver, hay que ponerlo en su contexto para ser justos: era la época de las primeras raves (al menos en España, porque aquí el acid llegó a destiempo y no de forma homogénea por nuestra geografía), y en aquellas fiestas el 99% de los asistentes eran gente alegre, joven y despreocupada que sólo quería pasárselo bien, bailar y reír. Vestían de colores estridentes, se ponían gorros ridículos y calentadores, y tomaban mucho LSD y éxtasis. En la escena del trance, entonces como ahora, había más hippies que otra cosa. También había muuuuuchas drogas. No entraré en juicios de valor sobre si eso está bien o mal. Pero sin duda era una escena mucho más pacífica (o pacifista) que otras de la electrónica.
No obstante, en cuanto pasó la primera ola de entusiasmo, que pudo prolongarse varios años, al menos para mí perdió el interés -y no soy el único, creo-. Hoy el Trance se puede considerar algo “clásico”, en el buen sentido de la palabra. Y, qué demonios, sigue teniendo su escena: piensa en el Boom Festival ese que se hace cada dos años en Portugal. ¡Caray, tiene que seguir teniendo su tirón para congregar a decenas de miles de personas en un paraje natural a bailar dando saltitos y como si se estuvieran haciendo katas de kárate con las manos todo el rato, durante nueve días! Un año de estos iré allí, y creo que me lo pasaré francamente bien, igual que si fuera a las míticas playas de Goa (aunque iría un fin de semana, no más). ¡Jajajajaja!
Respecto a si era lo contrario del EBM (Skinny Puppy, Nitzer Ebb, Laibach, Front 242), bueno, puede que sí. No sé, si nos ponemos a hablar a un nivel político, el EBM tuvo -por errores de óptica o interpretaciones malintencionadas- algunas connotaciones, al igual que la música industrial en general o el Hardcore, que lo hacían más aparentemente “fascistoide”. Mientras, como decía antes, el Trance era más hippy, esto es, aparentemente “de izquierdas.” Pero todo eso, a nivel global, supone una visión reduccionista y poco certera.
Por otra parte, ambos estilos compartían una cosa en común: ¡un ritmo machacón y repetitivo! Y unas puestas en escena sorprendentes… Piensa en la energía de los conciertos de Front 242, la hipnótica belleza de las melodías de Megabeat (grupo mítico español de la movida valenciana de los 90) o en la parafernalia y medios desplegados en cada evento de Trance, y todos son infinitamente más fascinantes que cualquier evento actual de techno puro y duro, en donde vemos a un DJ en un escenario normalmente soso, con luces, una pantalla y poco más.
—¿Algún artista que te haya sorprendido últimamente?
—Sorprendentemente, un simple DJ en la sala Moog en Barcelona: Rubén Seoane. Y un músico también de Barcelona que vi como telonero en un concierto de Venetian Snares, en la Razzmatazz, hace dos años, RALP. Aquel tío era alucinante: hizo que lo que vino luego, la estrella, Venetian Snares, me pareciera una mierda. Así de claro. También debo mencionar la inmensa lista de artistas que descubrí gracias a mi actuación en el Primal Uproar II en Hamburgo en 2017: Greta Christensen y Marta Zapparoli, Corazón de Robota, Magmadam, Dr. Nexus, Kiew, Sandblasting, Spherical Disrupted…
—¿Proyectos para el futuro?
—¡Muchos! Terminar de componer una banda sonora para un corto de cine, por encargo de un director de aquí de Barcelona (muy fan de David Lynch, así que nos entendemos bien); terminar varios temas que tengo a medio hacer para mi Bandcamp; publicar un track en un álbum recopilatorio de Teorema; fijar las fechas para un par de conciertos en el País Vasco, proyectados para otoño en Bilbao y Vitoria… Y vivir, que no es poco.
Fotos del festival de Teorema de Estefanía Cooke
Fotos del festival Primal Uproar de Félix Suárez
1 comentario
Muy buena entrevista, un repaso coherente y veraz de esta escena en este país. Coincido en lo de formar parte de algo más global.