La primera y única vez que he visto tocar en directo a Martin Stephenson fue en el Komedia de Brighton en el 2005. Como uno se puede figurar por su nombre, en el Komedia se programan actuaciones cómicas además de conciertos. Se ha convertido en uno de los locales más punteros en ambos estilos desde su fundación en 1994. La comedia siempre ha sido muy importante en el Reino Unido y así me comentaban mis amigos ingleses que para vivir en un país como Inglaterra necesitas un gran sentido del humor.
Martin es músico por vocación y comediante por afición y por eso hace mil bromas antes de cada canción. Bueno, su otra famosa afición, el beber, también contribuye a su buen humor sobre el escenario. El Komedia fue el sitio adecuado para su gira en solitario del 2005. Durante su concierto, los chistes, a veces son buenos, las canciones, en cambio, siempre son extraordinarias. Su sonrisa, durante “Cocodrile tears” no tiene precio y cuando toca “Rain”, me pasma la sencilla perfección de la canción. Esto sí es pop. No le había escuchado antes, pero sus canciones me convencieron y antes de que terminara el último bis, yo ya estaba mirando que discos le pillaría al chico del merchandising.
Escribiendo un post sobre metal me he acordado de él y de su grupo, que han pasado tan de puntillas sobre la historia de la música pop que incluso en Allmusic, esa Enciclopedia moderna, solo le dedican tres párrafos.
Su primer disco, acompañado de The Daintees, Boat to Bolivia fue producido por Gil Norton, por entonces un joven ingeniero de sonido que había trabajado con Ian Broudie en los discos de Echo and the Bunnymen y que venía de producir otro clásico de la época, el Born Sandy Devotional de The Triffids. Considerado su mejor disco y uno de los mejores álbumes de pop de los ochenta, está lleno de clásicos como las mentadas “Rain” (¡escrita, grabada y mezclada en 40 minutos!), “Cocodrile Tears” o “Coleen”. En “A Tribute to the Late Reverend Gary Davis” se puede apreciar el amor de Martin por el blues, que junto con su pasión por la música rockabilly (palpable en discos posteriores como el Sweet Misdemeanour) lo distinguiría de otros grupos de la época más centrado en el pop puro al estar bastante interesado en músicas algo denostadas tras la irrupción del punk. Gran bebedor, como ya hemos dicho antes, incluyó aquí su himno etílico “Little Red Bottle”, con su genial línea: “Who needs faith when there’s a bottle”.
El disco, editado por Kitchenware Records (Keith Armstrong, el fundador del sello, quería crear otro Postcard en Newcastle) fue seguido en 1988 por Gladsome, Humour & Blue donde destacan las dulces “I Pray” y “Nancy” y los dos singles, “Wholly Humble Heart” y “There comes a time” (su particular ataque a la industria discográfica). Volvieron a contar con buenas críticas y giraron sin parar por Inglaterra.
Para su siguiente trabajo discográfico, Salutation Road publicado en 1990, Martin se fue a los Estados Unidos a grabar con Pete Anderson, que disfrutaba de gran fama en ese momento por producir los discos de Dwight Yoakam. La compañía discográfica (esta vez London Records que tenía la licencia para la distribución de los discos), quería darle más protagonismo a Martin, en detrimento de The Daintees (que habían cambiado numerosamente de miembros durante estos años de los que hablamos), y a la vez, darle el merecido empujón. Para eso, sin pensar en gastos, le metieron en los míticos Capitol Studios y contrataron a la mítica banda funk Tower of Power y a parte de la banda de acompañamiento de la cantautora Michelle Shocked. A pesar de los problemas dentro de la banda, contiene todavía algunas de esas canciones con el sentimiento a flor de piel como “We are storm”, “Migrantsa”, “Spoke In The Wheel” o “Endurance” (grabada con la intención de ser un hit single). Nadie salió contento con el disco, ni la discográfica, ni el público, ni Martin, que veía que tantos arreglos no le sentaban bien a sus canciones.
Para The Boy’s Heart, publicado en 1992, el grupo contó con otro gran productor, esta vez, Lenny Kaye (guitarrista de Patti Smith y recopilador de Nuggets). Fue grabado en Newcastle y contaron con pocos invitados, (uno de ellos, Cathal Coughlan de los reivindicables Fatima Mansions y sobre todo, Microdisney) tras haber aprendido de los errores de su último disco. Tiene canciones notables, como “Neon Skies” (escrita cuando tenía 16 años) o la más punk (siempre contracorriente) “Cap Attack”. Tras una gira con Bob Geldof, no contento con el rumbo que habían tomado las cosas, Martin decidió dejar la banda y empezar una carrera en solitario. Como el contrato con London Records era de seis discos, editaron High Bells Ring Thin, disco que Martin había grabado tras el Salutation Road y que la compañía no había querido editar y el consabido recopilatorio.
La carrera de Martin en solitario ha sido bastante fructífera e incluso se ha reunido varias veces con The Daintees, la última hace un par de meses para una gira donde tocan el Boat to Bolivia completo, (con, entre otros, John Steel, que había grabado guitarras, órgano y contrabajo en el disco original y que le ha ayudado también en la regrabación del disco editada para su 30º aniversario) que terminará en enero en el Out to Lunch Festival de Belfast.
Viendo un video suyo de un concierto suyo el 18 de abril del 2016 veo que la vida no le ha tratado tan mal y que seguramente han pasado más duramente los años para mí que para él. Y cómo me gustaría poder verle tocar el Boat, o el Salutation con banda y reír con sus chistes malos. Pero no creo que nadie lo traiga a España o a Italia, son días de R&B, grime, trap y otras moderneces.
Mañana voy a ver a Chick Corea con Gary Burton (o iba cuando empecé a escribir este post hace unos meses). Dos grandes, sabes. Pero no creo que me emocionen tanto como cuando Martin empezó con eso de “Between lightning and thunder three seconds the gap.”
Bebamos a su salud. Seguramente él lo haría a la nuestra.