Ruben Montesco, uno de los nombres claves para conocer la noche madrileña, ha compaginado su labor en la cabina con la producción de temas que han sonado en medio mundo. Ahora con Industrias Mekanikas está publicando algunos de los mejores vinilos de electrónica del momento. Hoy os traemos la primera parte de una larga entrevista en la que recorremos la carrera de este DJ y productor esclavo de la oscuridad.
—Tus comienzos musicales fueron como bajista fueron en un grupo de nu metal. ¿Cómo evolucionaste hacia la EBM y el industrial?
—La evolución ha sido curiosa. Yo siempre he sido metalero. Desde muy pequeñito era heavy de pantalones ajustados y escuchaba a Twister Sister, Motörhead, Whitesnake y Kiss. Yo tenía mucha curiosidad y escuchaba muchísimo la radio. Mientras buscaba entre programas y programas de metal, siempre había uno de electrónica o de tendencias. Y así empecé a escuchar otras cosas. Recuerdo que uno de los grupos que más me impactó en su día fue Depeche Mode. Era una cosa que no tenía nada que ver con lo que yo escuchaba, pero decían prácticamente lo mismo. Se decía lo mismo con otro tipo de instrumentos. Empecé a coleccionar este tipo de música. Cuando me metí más con la electrónica descubrí a grupos como Ministry, Front Line Assembly, o sea que te das cuentas de que la electrónica y el metal no están reñidos. De pequeño te cuentan que hay que ser metalero, metalero y no hay que meter música electrónica, ni siquiera unos teclados. Y luego te das cuenta de que muchas cosas sí entran. Fue una evolución, a la vez que tocaba el bajo, empezaba a cacharrear, me pillaba un sampler, una 303. La gran diferencia es que tú con el bajo montabas un grupo, te ibas a tocar… Necesitabas tres o cuatro personas para hacer algo mientras que en la electrónica, con una caja de ritmos y un sampler te podías montar tus canciones, que es lo que hacía en esos momentos. Y de ahí fue la evolución, pasé de tocar el bajo, a meterme mucho más en la electrónica porque empecé a colaborar con mucha más gente, hacía yo mi propia música. También es cierto que el grupo que montamos, que se llamaba Morgue no llegó a ninguna parte. Igual si hubiera tenido algo de éxito hubiera seguido tocando el bajo. Era un rollo más black, hardcore. El nu metal lo fuimos metiendo luego poco a poco fuimos metiendo las máquinas. Pero al principio era totalmente oscuro. Era bajista y además cantante.
—¿Recuerdas qué disco de Depeche Mode fue el que te impactó?
—Uno de los que más me impactó fue el Violator. Las programaciones me parecían brutales. Analizaba los temas… Ese disco me pareció colosal. Luego llegaron muchos otros. También comencé a escuchar a Ministry, no los primeros discos cuando eran más neo-románticos sino cuando empiezan a oscurecer un poco. A Front Line Assembly y Godflesh también. Empecé a escuchar cosas muy duras y me dije, esto a mí sí que me llena. Y no solo empecé a cambiar yo. También mi grupo. Cuando uno empieza a coquetear con esta clase de sonidos, al final abres un gran abanico.
—¿Piensas que es una evolución bastante común?
—Yo la veo en mucha gente. De hecho, mucha gente que viene del metal luego son grandes productores de electrónica. Tienes cincuenta mil ejemplos. Desde Justin de Godflesh al batería de Sepultura, Igor Cavalera que en solitario es un tío bastante famoso… Mogollón de artistas que yo conozco que vienen del metal han acabado en la electrónica.
A mí luego, con gente como Front 242 o Nitzer Ebb, me dio una vuelta la cabeza con esos ritmos industriales. Fue ahí donde me centré concretamente. Esa movida industrial es como muy arcaica. Me molan muchos ese tipo de ritmos. Fue como mi nexo de conexión. Pero siempre tenemos en la cabeza el hecho de forma parte de una banda. El que ha tocado alguna vez siempre tiene esa añoranza de tener una banda y tocar juntos. Es otro rollo. Pero bueno, tienes el corazón dividido.
—¿Cuándo empezaste como DJ?
—Empecé a pinchar porque debajo de mi casa había un pub y bueno, tenía un colega que pinchaba allí y claro, como yo era coleccionista de discos, me invitó a pinchar con él. También es cierto que en mi casa desde muy pequeño era muy común eso de comprarse vinilos. De hecho, parte de mi colección es heredada de mi padre y de mi madre. Y yo me compraba discos. Pinchaba con unos platos de madera, muy antiguos que llevaban el pitch en circular. Al principio pinchaba con un plato y una cinta. Luego con el tiempo me regalaron otro plato. Cuando por fin tienes dos platos, te lo pasas que te cagas.
Yo era el típico que siempre grababa todos los programas, e iba a casa de mis amigos cuando quedábamos con una cinta a poner música. Es una cosa que llevas intrínseca. Siempre en mi vida ha sonado música. Me ponía a pinchar grupos de rock, pero no tenía ese criterio de ser un DJ. Este colega del pub me llamaba a veces para que pusiese unos discos con él y yo me bajaba. Me decía que se me daba bien. Y ahí empezó la pasión por poner música.
—¿Y cuando empiezas a pinchar de una forma más profesional?
—Profesionalmente en poco tiempo, todo fue despegando. Bajaba al pub a poner música con mi colega, luego de otro pub te llamaban, o de otro bar en Getafe: -“Oye ¿te quieres venir a ponerte unos discos?” Ibas poniendo discos hasta que ya empieza: -“Oye, hay un sitio tal en Madrid, vente”. Empecé a pinchar en Alcorcón también, en toda la zona sur y me fui haciendo un nombrecillo. Por aquellos días, yo pinchaba una movida más cañera. De hecho, había un garito aquí en Madrid que se llamaba Plug que era de ese tipo de sesión, como en su día ha sido el Balihai. Empezamos a pinchar a primera hora cosas de rap metal, un poco de fusión, industrial, metal con electrónica. Molaban mucho las sesiones porque evolucionaban mucho. Pinchábamos mucho en el Descolocado de Alcorcón. Eran sitios donde las sesiones no eran como las de ahora que son solo electrónica. Era un poco como el otro día en el Bizarro, que puedes poner un poco de todo. Se pinchaba hasta a Brujeria con cosas muy experimentales. Luego sí es cierto que a finales de los noventa no tenía ningún sitio donde pinchar, porque el rollo que yo pinchaba, que era industrial o una movida más EBM no se llevaba ya. Entonces claro, cuando entra el house aquí en Madrid, eso queda completamente fuera de juego. Yo pinchaba también en un garito llamado El Champaud, en la calle Velarde, que hacíamos ese tipo de sesiones. La gente todavía me lo recuerda. Te hablo de principios de los noventa.
—De esa época del house en Madrid es tu sesión Latinlingou, ¿verdad? ¿Fue grabada para una discoteca?
—Es un disco que grabé para una discoteca que había en Madrid, en Rivas, por donde estaba la Fabrik. Es como muy deep house, como house oscuro de la movida de San Francisco, ya que lo grabamos en esa época. Es la versión más blanda de lo que he hecho que todavía recorre los mundos de la electrónica. Es medio electro, medio oscuro. Es curiosa la sesión.
—En tu biografía destacas tu temporada pinchando en el Coppelia 101. ¿Qué recuerdos tienes de esa época y de otras salas como el Long Play donde también pinchaste?
—Fue como volver a entrar en el circuito porque llevaba mucho tiempo sin pinchar. Me había quedado un poco fuera de juego. Los sonidos que yo pinchaba estaban a años luz de lo que se ponía. Por eso esas primeras sesiones que te comentaba, en los que dentro del abanico que tú tienes, intentas encajar. Pero aún así, mi sonido seguía siendo oscuro, duro. Yo vengo de ese sitio. Miguel Mendoza, al que conozco de hace muchos años, era uno de los residentes del Long Play cuando yo entré a trabajar. Yo trabajaba en la puerta con la lista. Me había pillado la tienda de discos en lo que era antiguamente Intergroove, de la que cogí el traspaso. Era uno de los socios. Hasta que la tienda arrancó tenía que currar. La forma de seguir metido en el circuito fue esa. Curraba con Isidro, otro clásico de la escena madrileña. No se me caen los anillos de haber trabajado en la puerta. Luego cuando acabábamos de trabajar, siempre había alguno que proponía que fuésemos a una casa y allí me ponía a pinchar. Y la gente decía que menudo musicón. Y Miguel me decía que tenía que volver a pinchar. Sí, pero yo siempre preguntaba que este tipo de música dónde los ponías. Fue Miguel el que me abrió Coppelia en su día, bueno mejor dicho el 101 que era un after que abría ahí en la antigua sala Revolver. Allí fue donde volví otra vez a entrar de lleno. Miguel apostó otra vez por este tipo de sonidos, dejar de lado el house que estaba muy presente en Madrid en ese momento, a principios del 2000 y apostó de nuevo por una movida más oscura, más EBM el techno más oscureta. Luego llegó el electroclash, yo también había pinchado mucho más electro, todo vino como rodado y volví a encontrar mi sitio y desde entonces todo para adelante.
—¿Cómo recibía el público esas sesiones más eclécticas de las que hablabas antes?
—Muy bien, siempre han sido muy bien recibidas. Una cosa que siempre hemos defendido mucho es que las sesiones cuantos más estilos bien puestos tenga y más eclécticas sean, se hacen más amenas. Pasar de ser algo más rutinario, pero que también mola, claro, como escuchar una sesión solamente de techno. A mí, personalmente, no me gusta mucho, pero puedo entender que te pueda molar pegarte tres horas de trance en un mantra. Al fin y al cabo, el techno es una cosa muy cíclica, son loops que se repiten casi todo el rato, con evoluciones muy desarrolladas y tal. Pero personalmente a mí me gustan más las sesiones más eclécticas, donde puedes jugar más con los estilos, juegas con la intensidad, con la fuerza con los ritmos. Siempre me han gustado los ritmos rotos y el techno los tiene de vez en cuando porque hay mucho techno con la base rota, pero no me dice todo lo que tiene que decir una sesión.
—¿Dónde te has sentido más a gusto pinchando?
—Creo que sería en el Stardust. He sido residente del Stardust durante muchos años de mi vida y es donde me he podido desarrollar como DJ en todas mis facetas. Allí tenía una libertad plena, además todo lo que experimentábamos era bien acogido por la gente. Yo recuerdo algunos días de salir casi llorando de la emoción por recibir tal respuesta del público que no os lo podéis ni imaginar. Hay fotos del público, mil personas metidas ahí todos con las manos para arriba. Una locura. Si me preguntas un sitio te diría el Stardust. Ha habido momentos en algunas sesiones, cuando he pinchado en Detroit… Pero son cosas diferentes, vas como invitado, es una experiencia. Como trabajo diario, ser residente de una sala, es una cosa distinta. La gente te necesita a ti al fin y al cabo Es un qui pro quo, vosotros me dais, yo os doy. Además, yo soy un DJ al que se le nota que lo pasa bien, bailo, disfruto y allí era acojonante. Era una buena época.
—¿Cómo surgió lo de pinchar en Detroit?
—Fue una experiencia increíble para mí. Nunca pensé que fuese a ir allí a pinchar, pero en el 2004, saqué una referencia en Lasergun, el sello de Savas Pascalidi. Ese disco lo que hizo fue situarme mucho en el panorama internacional porque fue un gran éxito. Se vendieron como 1800 copias, una barbaridad y lo pinchaba desde Sven Vath en Ibiza hasta Villalobos. Se pinchó por todos los sitios. Tuve suerte porque Savas Pascalidis era amigo de DJ Hell y trabajaba con los mismos bookers. Pinché mucho en esa época y tuve la oportunidad de viajar a muchos sitios y uno fue el Fuse-In de Detroit, fue de los sitios más top donde he podido pinchar. Me tiré allí tres o cuatro días. El festival fue la bomba. Conocí a muchos artistas. Era un festival ecléctico, tenías desde hip hop y rap, electrónica, tenías techno y mucho electro. El día que yo pinché estaba Model 500 en la carpa de al lado haciendo un directo. Era un evento para 50 000 personas. Era increíble. Fue en el 2005-2006.
—En 2019, pinchaste en la famosa discoteca Tresor de Berlin, ¿cómo fue la experiencia?
—Tresor fue increíble también. Muy bien. Me lo pasé divino. Era un sitio al que tenía muchas ganas de ir a pinchar. Es uno de los sitios más top que tenemos en Europa. Es un bunker que suena que da miedo. A la gente la tienes ahí, te toca la verja. Fue intenso. Me hubiera gustado pinchar más, me hubiera gustado pinchar seis horas. Se me hizo corto, pero fue impresionante sí.
—En el 2015 empezaste la sesión Moebium junto a Waje y DjF. ¿Es difícil organizar una fiesta en Madrid?
—Sí, sobre todo cuando no eres promotor. Las salas o la gente que se dedica a organizar eventos han ido desapareciendo o han sido los DJs los que han asumido ese papel, lo que es un problema. Yo no soy promotor. No tengo esa capacidad. Yo sé poner música y hacer música. Pero el hecho de montar una fiesta es muy complejo. Tienes que tener una serie de contactos para que la gente vaya. Tienes que dedicarle mucho tiempo porque el trabajo de promotor es un trabajo importante. Es una persona que tiene que conocer la noche, que tiene que conocer al público, que tiene que mover a la gente. Los que me conocen saben que tengo fama de ser un poco seco, un poco introvertido y no tengo esa facilidad de palabra para estar charlando todo el rato con la gente. Soy más bien una persona introvertida y que habla poco y sobre todo de música. No tengo esa capacidad para el “¿hola, qué tal?”, escribir mensajes… Odio las redes sociales, me cuesta escribir un WhatsApp, me cuesta escribir un mensaje. No es una herramienta en la que yo me sienta cómodo para poder organizar eventos. ¿Qué hicimos? Pues juntarnos tres piezas para intentar hacer entre los tres lo que hace una persona. Pero ni así. Hemos tenido alguna ocasión en que las fiestas han ido bien, otras en las que han ido regular y otras en las que no han ido tan bien. Hoy por hoy, todo el mundo ha intentado montar una fiesta porque por desgracia faltan apuestas de buenos promotores que no busquen un DJ que les llene la sala o que haga el trabajo de promoción. Si no que apuesten por la música que pone el DJ y el trabajo de promotor lo haga él. Tenemos esa necesidad de seguir actuando, de seguir pinchando, sobre todo para el público. Pues te hace un poco coger ese papel y tener que organizar tú mismo esos eventos.
—¿Tuvisteis problemas con la competencia?
— Ya sabes que en Madrid… En todos los sitios cuecen habas y cuando montas una sesión y hay algún otro promotor que hace una cosa similar siempre hay algún rocecillo. Pero nada destacable. Por suerte somos apreciados dentro de Madrid, para lo bueno y para lo malo. No movemos grandes masas, no somos mega conocidos, pero tampoco caemos mal. Somos gente humilde y honesta.
—Qué es imprescindible en un set tuyo?
—Base rota, siempre. Siempre tiene que haber algún ritmo roto. Me gusta hacer el break, me gusta partir. Siempre me gusta hacer cambios de ritmos Algo de EBM, algún bajo duro. Oscuridad siempre hay, eso te lo garantizo. Pero ya sea en el house, en el acid, en el electro incluso con experimental o música ambient, siempre tiro a la oscuridad, por eso mi primer disco se llama “Slave of the Darkness”.
—Además de ser DJ, también eres productor. ¿Qué tipo de material usas a la hora de componer un tema? ¿Eres más de analógico o digital?
—Mi estudio es casi 90% analógico. La mayoría de los cacharros con los que trabajo son analógicos. Claro que siempre tienes algo digital pero principalmente, mi música está hecha con máquinas. Eso no quita que cuando tengo unos días de vacaciones me lleve mi portátil por si en las horas muertas tengo alguna idea y me viene algo, entonces me puedo poner con el portátil y hacer un boceto. Y luego ese boceto lo llevas a las máquinas.
—En el 2005 editas tu primer 12″, titulado Slave of the darkness con un sello alemán. ¿Qué te impulsó a producir?
—La creatividad, la necesidad de contar algo. Es decir, tenía mucha música y compraba muchos discos y me dije, voy a hacerme yo mis propios temas.
—¿Qué influencias tenías entonces?
—Yo empecé a hacer música en el 95-96. Lo que hacía en ese momento era muy Nitzer Ebb, muy Front 242, hacia ritmos muy industriales. Todo muy duro. Luego con el tiempo vas haciendo cosas más diferentes. De hecho, hace no mucho saqué una recopilación de cosas hechas por esa época que pensé que podían funcionar. Cuando empecé a producir era más joven y tiraba a ese sonido más EBM, y más recio. De hecho, siempre estaba hablando con algún amigo para que me metiera alguna guitarra e hiciera algo más industrial. Luego con el tiempo intenté tocar la guitarra, pero era un manta. Por lo menos para hacerme yo mis riffs, pero no se me daba bien.
—Antes de montar Industrias Mekanikas ya tenías otro sello, ¿verdad?
—Sí, tuve un sello antes de arrancar con Industrias Mekanikas que era el proyecto que tenía metido en mente desde hace muchísimos años. Al principio, como no teníamos los recursos, ni teníamos muy claro qué vas a hacer o a dónde quieres ir montamos unos sellos digitales que eran Actinium y Reactinium. Teníamos la versión techno y la más heterodoxa que era Reactinium donde había un poco más de todo y que iba a ser un sello híbrido, tanto digital como analógico. ¿Qué es lo que pasa? En esa época, arrancar un sello era complejo, no había mucha capacidad económica así que sacamos las primeras referencias en digital para ver si hacíamos algo de hucha. Pero con el tiempo te vas dando cuenta de que, si quieres apostar por algo, que es lo que hice después con Industrias Mekanikas, tienes que apostar por una idea desde el principio. No me arrepiento para nada. De hecho, en Reactinium hasta hace unos años hemos seguido sacando cosas, pero era eso, un sello digital por el impedimento de no tener los fondos necesarios para poder planchar, que si los hubiéramos tenido se hubiera hecho. De hecho, se barajó hacer las primeras referencias en digital y luego planchar los vinilos. Monté los sellos con un amigo que se llama Sergio Hervás y teníamos esa idea. Hubo mogollón de colaboraciones con artistas internacionales porque tenemos esa conexión con muchos artistas. Se quedó en stand-by y luego saqué mi proyecto Industrias Mekanicas.
—¿Crees que veremos ese material publicado alguna vez en vinilo?
—De hecho, alguna cosa que ya saqué en digital, lo he sacado en algún Antikhrist. En uno, sale un tema que ya había salido en digital.
—Ese sello que nombras, Actinium Records fue fundado en Bélgica, ¿nos puedes explicar un poco esto?
—No, lo que pasa es que teníamos un amigo, un conocido de Sergio que estaba en Bélgica y porque ya sabemos cómo es la gente en este país con la música, dijo que lo sacaba desde allí. Los primeros contactos que se hicieron desde el sello, porque en esos momentos había un boom con eso de las distribuidoras digitales. Nos pusimos a buscar distribuidora desde Bélgica y nuestro amigo hizo las gestiones desde allí. Se quedó entonces lo de Bélgica, pero realmente el sello era madrileño. La última referencia de Actinium la publiqué cuando ya había sacado dos de Industrias Mekanikas.
—¿Cómo han evolucionado tus gustos? Por ejemplo, en el EP del 2012, 9:33 All Or Nothing encontramos un sonido más cercano al electro.
—Sí, es lo que te digo, ese disco juega un poco con la ambigüedad, tiene cortes que llevan ritmos rotos. Mis sesiones no son de un solo género, mis producciones tampoco. Sí me gusta que haya una variedad dentro del disco. De hecho, en mi segunda referencia en Industrias Mekanikas, ahí lo ves. Muestro mis influencias de los noventa, hay un tema más new beat, uno más EBM, uno más techno industrial. Si algo me ha caracterizado siempre ha sido eso, ir de un lado a otro. No me gusta encasillarme, aunque la gente me encasilla. Me gusta hacer y poner música de otros estilos.
—En cambio en tu primer larga duración Without Transition publicado en el 2014 parece que quieras darles salida a todas tus influencias. ¿Qué nos puedes contar del proceso creativo del disco?
—Efectivamente, ahí hice un poco de todo. Soy un productor al que cuesta encajar. Tengo muchos temas que no los saco porque en mi sello no tienen cabida. Porque hago electro, industrial, movidas ambient. Hago incluso Trip hop. Hay cosas que no edito porque no sé dónde editarlas. Reactinium era eso, poder editar música así. Una de las últimas referencias fue Green Lazy, que es una chica de Madrid que se llama Bea y yo soy el productor. Y es Trip hop. Me gusta hacer mucha música. Yo cuando voy al estudio a trabajar, al menos que me contraten para hacer un trabajo, pues dependiendo del día me sale una cosa o me sale otra. ¿Qué haces con toda esa música? Intentas sacarla de alguna forma, por lo menos la que tienes un nexo. Y eso es Without Transition. Son temas de ayer y de hoy, algunos están hechos a mediados o finales de los noventa y están sacados veinte años después. El concepto es ese, todas las influencias que puedo tener, música de ayer y de hoy. Ese disco recorre veinte años de mis trabajos. Es una compilación de todo lo que yo creía que podía encajar.
—Uno de tus alias ha sido Clauss La Morgue, con el que sacaste tres EPs, ¿en que se diferenciaba de tu trabajo como Ruben Montesco?
—La diferencia es, para mí, bastante notable. Son trabajos muy divertidos que además están realizados con un método de trabajo como el que se usaba antes, a base de samples. De hecho, uno de los trabajos que tengo con ese alias es así, como se hacía antes. Cogías un corte, otro corte, uno más y lo metías al sampler y a producir con eso. Era una época que una banda que me influyó bastante era Justice, ese sonido crudo, rudo me gustaba mucho. Eran bases rotas, pero además sucias, muy guerreras. Todo el mundo habla peste del EDM, que no es el EBM, pero dentro de esa época de cuando entró fuerte, toda la onda de Boys Noize y su sello… en esa época había cosas que eran destacables. Yo tengo discos que todavía pincho de Ed Banger que son buenísimos. En ese sonido francés que en esa época pegó fuerte, hay cosas cojonudas. Las producciones que en esa época me salían en esa índole no las veía sacadas con nombre, así que lo típico, te sacas otro AKA y lo publicas con ese.