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Crónica del Primavera Sound 2017: jueves

por François Zappa

El jueves presenciamos una auténtica batalla entre las fuerzas de la luz y la de la oscuridad. El Primavera Sound se dividió claramente en dos mitades, las dos luchando por nuestras almas musicales. Así es como lo vivimos:

Llegamos a las cinco al fòrum y vimos la cola para pillar la pulsera. Por suerte la teníamos del día anterior, así que pasamos al Auditori sin problemas para empezar el festival con Annette Peacock. Era la segunda vez que la veía, pero no me impactó tanto. Metió unos pregrabados que no recordaba y al ser más grande el Auditori se perdió parte de la intimidad de la primera vez. Empezó diciendo : -“Don’t hurt me” rodeada de una luz que la hacía etérea. Durante todo el concierto la gente entraba y salía en grupos, parecía que habían venido a escuchar solo una mitad del concierto. No consiguió llevarnos a esos abismos de desolación a las que nos llevó en el Le Guess Who.

Después de ella, fuimos a Rayban a ver a Mishima, grupo catalán que ya había tocado en otras ediciones. Tienen un gran número de fans y se veía a mucha gente entregada entre las primeras filas. Banjo y trompetas y una música muy luminosa que parecía competir con el sol que nos abrasaba.

Una de las bandas que más quería ver era This is not This Heat, grupo donde todavía están dos miembros de los originales This Heat. Fue otro de los grandes conciertos del festival, ocho músicos plasmando perfectamente los temas unos discos que no han envejecido. Sonaron la amenazante “Twillight Furniture”, “Sleep”, “Cenotaph”, “Paper Hats”. Música difícil, lejos del bien y del mal.

Corrimos para nuestro primer viaja a Mordor, al escenario H&M, donde Solange empezó con diez minutos de retraso. El retraso creo que venía de antes, porque Miguel, que tocaba en el escenario Heineken, terminó tarde. Unos trombones celestiales anunciaron su entrada y a partir de ahí nos enamoró con “Rise” y “Weary”. Toda la banda iba vestida de rojo infernal pero era música de ángeles. Cuando llegó “Cranes in the Sky” se podía ver al público emocionado. Durante “F.U.B.U.” bajó del escenario y los fans se volvieron locos y se hicieron fotos con ella. Algunos lloraban. “Tony” fue otro gran momento. Terminó con “Don’t Touch My Hair” en perfecta comunión con los espectadores. Genial concierto.

La parte de la luz estuvo representada también por Bon Iver. No pillamos buen sitio y nos tuvimos que quedar bien atrás con la gente charlando. A veces me recuerda su voz a Peter Gabriel, por ejemplo en “10 dEAThbREasT”. Tocó temas con extraños nombres de su último disco, 22, A Million como “8 (circle)”, “33’GOD'” o “715- CREEKS”. Hubo su momento country, saxos en “_45_” y terminó solo con “Skinny Love” que fue sinceramente el único momento en el que conecté con el concierto. La música de Bon Iver me parece perfecta para auditorios, no para grandes escenarios que tristemente se llenan de curiosos que quieren escuchar sus dos o tres hits.

La oscuridad se había ya empezado a apoderar del fòrum con Gojira, peros nos habíamos mantenido alejados hasta ahora. Por eso, fue mayor el impacto al llegar al infierno urbano de los tremendos Death Grips. No solo es alucinante ver tocar a Zach Hill, MC Ride es otro foco de atención, nunca había presenciado esa energía, esa mala hostia en un concierto de hip hop. Sonaron temas como “No Love”, “Hot Head”, “Get Got”, o “Guillotine”, el público estaba entregado, saltando como locos, fue una descarga similar a la anterior de los franceses. Brutales.

De camino vimos el final de Slayer, en una recreación del infierno más clásico pero no por eso menos aterradora. Fue sorprendente ver a Tom Araya dar las gracias al final del concierto emocionado.

El live de Aphex Twin fue otro de los mejores momentos del festival. Conseguí estar no demasiado lejos del escenario y me preparé para bajar el infierno robot de Futurama. Metío unos samples de Daddy Yankee, como diciendo, sé que aquí se habla castellano y durante hora y media repartió acid durísimo, y nos hizo recordar porqué era el más grande durante los noventas. Muy duro. Le acompañaban los típicos audiovisuales de mal rollo.

De ahí al final de Converge, que sonaron potentes pero el público no parecía muy convencido. Era en Pitchfork, escenario que no suele sonar muy bien.

Terminamos con Skinny Puppy, muy teatrales y que sonaron de lujo a esa hora que estábamos cansados. El cantante cada vez parecía más un muñeco vudú por la jeringuillas que le iban poniendo. Sonaron clásicos como “Curcible” (“good and evil does not exist”), y la tremenda “Assimilate”. Durante este concierto por si apareció el diablo por fin. Nuestra alma ya estaba vendida. Solo quedaba volver a casa.

Mientras nos largábamos vimos unos segundos de Pinegrove que intentaban guiarnos de nuevo a la luz sin conseguirlo y de DJ Tennis cuya introducción al baile nos sirvió de introducción al sueño.

 

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